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Diseño, armado y diagramación (En otros lados le dicen webmaster) : Natalia Jaureguizahar
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Marcha San Lorenzo
Historia y Leyenda
Eduardo Hunhn cuenta en su “Reseña de Venado Tuerto” (1933), que no se sabe a ciencia cierta, si fue en el fortín Melincué o del Hinojo, donde fue criado por “milicos” un venadito tuerto; pero todos están de acuerdo que una vez crecido y paciendo con otros venados y gamas silvestres en estos campos, siempre era el primero en buscar refugio en el fortín, cuando los aborígenes atacaban en malón contra los cristianos invasores. La llegada del venado tuerto al fortín, era un aviso de peligro para los pobladores y soldados que, por esta razón tenían tiempo para refugiarse y preparar las defensas contra el ataque de los antiguos dueños de las tierras. La reacción del venado, se debía a que siendo muy pequeño, un grupo de “pampas” estaban realizando cacería, y en el hostigamiento, matan a la madre y un golpe de boleadoras, le deja lastimado gravemente un ojo. Queda herido, pero es encontrado por una patrulla militar, que lo lleva al fortín. Es curado y adoptado como mascota.
“En un año de mucha sequía, el baqueano Ignacio Merlo, de pergamino, boleando avestruces y gamas con una cuadrilla de gente de aquel paraje, llegaron a una hermosa laguna de agua permanente, y entre otros animales, mataron-equivocadamente- también al venadito tuerto”.
“Paisanos que en otros tiempos fueron soldados del fortín, recordaron las muchas veces que aquel venadito los había salvado en los ataques de los aborígenes, y en prueba de gratitud, dieron el nombre de Venado Tuerto a esa laguna”.
Esta versión de la leyenda del venado tuerto le habría sido manifestada por un baqueano al fundador de la ciudad, Eduardo Casey, en el año 1880, cuando recorría los campos que recién había adquirido, y se había extraviado en su recorrido. Al llegar a una majestuosa laguna, que despertó la admiración de todo los expedicionarios, y fundamentalmente de Casey, que preguntó la denominación al baqueano que lo acompañaba: Señor -contesta el interrogado-, los cazadores de venados y avestruces le llaman “tuerto venado”; y los indios también habrían adoptado ese nombre para designarla.
El pionero irlandés, impresionado por el relato, decidió que, una vez subdivididas las tierras, fundaría como centro de esa colonia un pueblo con el nombre de VENADO TUERTO.
“En un año de mucha sequía, el baqueano Ignacio Merlo, de pergamino, boleando avestruces y gamas con una cuadrilla de gente de aquel paraje, llegaron a una hermosa laguna de agua permanente, y entre otros animales, mataron-equivocadamente- también al venadito tuerto”.
“Paisanos que en otros tiempos fueron soldados del fortín, recordaron las muchas veces que aquel venadito los había salvado en los ataques de los aborígenes, y en prueba de gratitud, dieron el nombre de Venado Tuerto a esa laguna”.
Esta versión de la leyenda del venado tuerto le habría sido manifestada por un baqueano al fundador de la ciudad, Eduardo Casey, en el año 1880, cuando recorría los campos que recién había adquirido, y se había extraviado en su recorrido. Al llegar a una majestuosa laguna, que despertó la admiración de todo los expedicionarios, y fundamentalmente de Casey, que preguntó la denominación al baqueano que lo acompañaba: Señor -contesta el interrogado-, los cazadores de venados y avestruces le llaman “tuerto venado”; y los indios también habrían adoptado ese nombre para designarla.
El pionero irlandés, impresionado por el relato, decidió que, una vez subdivididas las tierras, fundaría como centro de esa colonia un pueblo con el nombre de VENADO TUERTO.
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